El 4 de noviembre 1922 Howard Carter, un hombre serio, tímido, introvertido y sin amigos, descubre la tumba del faraón Tutankamón. La sepultura apareció intacta ante los ojos del investigador quien abrió el sarcófago el 16 de febrero de 1923. Este descubrimiento supuso uno de los mayores éxitos arqueológicos del siglo XX y aún es objeto de estudio de los científicos especializados.
La tumba de Tutankamón se encontraba en las profundidades de un pasadizo al que conducían varios escalones de piedra. Howard Carter, acompañado de Lord Carnarvon, bajó los escalones y encontró una puerta de granito llena de inscripciones en forma de jeroglíflicos.
El arqueólogo describió lo que vio después como algo que "estaba fuera del ámbito terrestre", como algo que "sencillamente no tenía precio para ser evaluado". Piedras preciosas, muebles de oro, vasos de excelentes materiales e incluso un trono real.
De todo lo encontrado, lo más valioso y misterioso era el inmenso ataúd de granito que apareció al fondo del pasadizo secreto. Dentro de este ataúd había otro tres más pequeños. Estaban hechos con madera e incrustaciones de oro y piedras preciosas. El último de los ataúdes contenía y protegía los restos del faraón momificado, que murió aún siendo adolescente.
Antes de que Howard Carter descubriera la tumba del faraón, los ladrones ya habían entrado en ella. Los sellos de las puertas estaban abiertos y habían sido misteriosamente repuestos. Sin embargo, el cuerpo momificado del faraón no había sufrido ningún tipo de alteración. Fue el arqueólogo inglés el primero que se atrevió a indagar en la figura del faraón.
La maldicion
Carter había instalado en la
tumba - donde trabajó diariamente durante 16 años - una jaulita con un canario,
cuyo canto ponía algo de alegría en el sombrío ambiente. Una tarde notó que el
canto se interrumpía bruscamente y, al levantar la vista, vio una cobra (la
serpiente guardiana de los faraones y encarnación de la diosa Edjo) devorando a
su infortunada mascota...
La maldición comenzó a confirmarse. Lo que
comenzó como un simple cuchicheo terminó por convertirse en trágica realidad,
en apariencia. La muerte de Lord Carnavon fue el gatillo que disparó la
imaginación del mundo entero. Murió el 5 de Abril de1923, apenas diez meses
después de haber penetrado en la Cámara Real. George Edward Molyneus Herbert,
más conocido como el quinto conde de Carcarvon había tomado la egiptología y la
arqueología con la misma pasión que otros millonarios y miembros de la nobleza
toman los deportes o la sociedad. Mientras que se encontraba en los días del
sensacional descubrimiento fue picado por un mosquito en la mejilla izquierda.
No le prestó la menor atención a la picada de mosquito, un incidente que
ocurría día a día y a millares de turistas y locales. Una semana después,
mientras que se afeitaba se cortó encima de la picada anterior.
De repente, un par de días más tarde comenzó a sentirse mal de salud. Y
se agravó tanto que tuvo que ser trasladado al Cairo con urgencia. El 17 de
marzo se conoció que una grave infección le había atacado la garganta, el oído
interno y el pulmón derecho. Los doctores en El Cairo le dieron diversas
inyecciones de suero que, aparentemente detuvieron el curso de la enfermedad.
Sin embargo el 27 de marzo un ataque fulminante de neumonía se extendió por
ambos pulmones.
Tras sufrir una terrible
agonía plagada de dolores horrendos y deformaciones física, incluida la caída
de todos los dientes, para el 4 de abril estaba muerto. Un continuado ataque de
tos hizo que su corazón fallara a las dos de la madrugada. En ese mismo
instante, Suan, su perra fox-terrier, comenzó a aullar en Inglaterra muriendo
en brazos del mayordomo. La familia Carnavon, reunida en el hotel Continental
Savoy en El cairo recibió la noticia por la enfermera que lo había cuidado.
Nada más terminar la frase todo quedó a oscuras; un fallo en el suministro de
energía dejó sin luz a toda la capital egipcia.
Inmediatamente y posterior a su muerte los rumores sobre la
"maldición" se hicieron voces públicas que los periódicos y medios
informativos tomaron de su buena cuenta. ¿Por qué? Se preguntaban ¿Un hombre
con apenas 57 años, saludable y sin enfermedades anteriores había de sucumbir
ante la picada de un mosquito? A estas alturas surge un egiptólogo que afirmaba
haber "descifrado la inscripción que había sobre la entrada en la
tumba" Según el Egiptólogo esta inscripción decía: "La muerte vendrá
con alas ligeras sobre todo aquel que se atreva a violar esta tumba" Lo
cierto es que la famosa inscripción jamás pudo ser encontrada nuevamente ya que
los trabajadores de Carter destruyeron la pared que la tenía escrita.
Los faraones tenían una
especie de miedo masivo y patológico a la violación de sus tumbas. La muerte en
el Egipto antiguo no era símbolo de miedo o terror. Morir era liberarse y
emprender el viaje al País del Infinito. Sin embargo, para que este viaje
estuviera garantizado era necesario preparar a los cadáveres mediante la
momificación y después ocultarlos para siempre mediante tumbas inviolables. El
fracaso de estas medidas hacía que el alma del egipcio vagara eternamente sin
encontrar reposo. Aquellos ricos que se podían permitir el lujo de cámaras secretas
y subterráneas se tomaban gran parte de su fortuna para garantizar la
inviolabilidad de su muerte. Por ejemplo, se hacían innumerables pasadizos
secundarios que no conducían a ninguna parte y que despistaban a los
violadores. En el caso de los faraones, las precauciones alcanzaban
características casi sobrehumanas.
Lord Carnavon tenía un medio hermano, Audrey Herbert, que lleno de entusiasmo
por el descubrimiento de su pariente y Carter se trasladó a Egipto a fin de
estar presente cuando encontraran la Cripta Final. A su regreso a Londres, sin
causa prevista o lógica cayó muerto en el piso de su dormitorio mientras se
preparaba para tomar un baño. Carter eliminaba lo sucedido con comentarios
tales como "se trata de teorías sin sentido... tonterías" Pero sus
allegados decían que estaba sumamente alterado por estas muertes. Especialmente
cuando su más cercano ayudante Arthur Mace siguió la misma suerte de los
Carnavon. Mace fue el hombre que, con una barra de hierro rompió los últimos
pedazos del sello que separaba al mundo exterior de la Cámara Real. Poco
después moría de forma fulminante en el hotel que ocupaba Lord Carnavón en el
Cairo. Los médicos se encontraron imposibilitados de dar una explicación
científica a su repentina muerte. Pero aquí no se detenía la aparente
maldición.
Sir Douglas Reíd, el radilogista que había
trabajado bajo las órdenes de Carter sacando radiografías de la momia en la
tumba seguía el mismo camino. Repentinamente enfermó de cansancio y
agotamiento, tuvo que regresar a Suiza, su país natal. Allí fallecía dos meses
después sin causa conocida. Seguían las muertes violentas. La secretaria de
Carter, Bethel, moría de un ataque al corazón. Cuando su padre se enteró de la
noticia (también había estado en la Tumba) falleció al lanzarse de un séptimo
piso. Un profesor canadiense, amigo de Carter recorrió la tumba pocos después
del hallazgo, sólo para regresar al hotel en el Cairo y morir víctima de un
ataque cerebral.
El pánico corría como las olas de viento
polvoroso en el desierto. De innumerables fuentes llegaban noticias de que los
trabajadores que participaran en la excavación también morían por igual¿Sería
cierto todo aquello? Pero aún faltaba lo principal, lo horrendo. La momia de
Tutankamón fue lleva da a la Universidad del Cairo en Noviembre 11 de 1925. Se
trataba de hacerle la autopsia bajo el escalpelo profesional del doctor Douglas
Derry, una autoridad en la materia. Derry, en un silencio de muerte tomó el
escalpelo y realizó una incisión directa en los vendajes exteriores de la
momia. Los vendajes cayeron a ambos lados mostrando 143 pequeñísimos bolsillos.
Cada uno de ellos guardando una piedra preciosa. Alrededor de su cuello estaba
el "collar de la protección" según la religión egipcia y
confeccionado en hierro. Los brazos estaban cubiertos con magníficos
brazaletes. Siete en el derecho y seis en el izquierdo. Cada dedo de sus manos
tenía un anillo de oro macizo. El abdomen estaba cubierto con capas de
misteriosos objetos también de oro macizo. Todos ellos en forma de T. La cabeza
estaba cubierta con una magnífica diadema de oro y separándola del afeitado
cráneo (según la moda egipcia) había una malla de finísimo oro batido. Por fin
todos los adminículos y ornamentos fueron separados. Los presentes dieron un
suspiro de asombro.
Las facciones del Faraón Niño aparecían serenas. Casi vivas.
Perfectamente conservadas. En la mejilla izquierda, casi bajo el lóbulo de la
oreja tenía una depresión en el hueso. Se especuló que quizás de aquello había
muerto el faraón. Una fractura en el hueso y un derrame cerebral. Sin embargo
jamás se encontraron pruebas para garantizar esta teoría como válida. La voz
del pueblo se entera de todo. De algún lugar surgió
el rumor de que "el Faraón tenía una marca en el mismo lugar en que Lord
Carnavón fue picado por el mosquito" Y esto era cierto. De allí en
adelante se esperó la muerte de los asistentes a la autopsia de un momento al
otro. La prensa se cebaba en ellos. Las personas en la calle los consideraban
como "muertos en vida." Incluso científicos amigos se alejaban de sus
alrededores.
Lo cierto es que uno de ellos, que ayudó
al doctor Derry en la autopsia murió poco después de un ataque al corazón. Sin
embargo, el principal ejecutor de la autopsia, el mismo Derry sobrevivió hasta
pasados los ochenta años. La teoría de la maldición tenía sus pros y sus
contras. El mismo Carter sobrevivió su descubrimiento hasta los 67 años y murió
de aparentes causas naturales. Sin embargo había algo que llamaba la atención.
Los dos asistentes principales. Los dos "secundarios" en los momentos
cruciales de la profanación habían muerto. Uno de ellos el Lord Carnavon. El
otro fue el radiologista Carlyle ayudante del doctor Derry ¿Coincidencia? Los
que se dedicaron a explotar la leyenda sensacionalista de la "maldición"
ampliaron sus explicaciones.
Según ellos, Lord Carnavon representaba la
fuerza monetaria que había hecho posible las excavaciones. Sobre él debía caer
la maldición y no sobre Carter que era un simple egiptólogo pagado por el
Gobierno. En el caso de Carlyle se llegó a la conclusión de que, tras de la
incisión primaria efectuada por el doctor Derry, el resto de la operación fue
realizado por su ayudante. En otras palabras, fue la mano ejecutora. Esta
explicación tiene lógica. En este caso la maldición faraónica hubiese alcanzado
al instigador y al profanador. Los médicos en la actualidad tienden a explicar
la muerte de Lord Carnavon y la de varios miembros de la expedición mediante
los últimos descubrimientos. Con toda seguridad (según ellos) Lord Carnavón fue
infectado por la picada del mosquito. Esto trajo como consecuencia que, en
ausencia de los antibióticos que aún se desconocían, la muerte fue inevitable.
Para 1935 la cifra total de muertos
relacionados con Tutankamón sumaba veintiuno y varios recopiladores de sucesos
la elevaron hasta treinta. Lo cierto, es que hasta para el más escéptico la
lista más pequeña resulta impresionante. A esto se debe añadir los sucesos
posteriores ocurridos en la década de los años sesenta, consiguiendo que la
maldición de Tutankamón volviera a ser titular en los periódicos. Mohammed
Ibrahim, en esa época director egipcio de antigüedades, intentó impedir que
varias reliquias halladas en la tumba fueran a a París. Había sufrido una serie
de pesadillas que anunciaban su muerte si las dejaba salir de Egipto. El
gobierno le obligó a aprobar el traslado y ese mismo día murió atropellado. El
doctor Ezze-din Taha, de la Universidad de El Cairo, descubrió que varios
arqueólogos y personas que trabajaban con restos antiguos solían padecer
infecciones en la vías respiratorias debidas a la existencia de diversos
hongos. En 1962 expuso que la famosa maldición podría tener origen en estos
peligrosos hongos. Al salir de la conferencia tomó su coche. En la larga
carretera de El Cairo a Suez chocó frontalmente contra otro coche. La autopsia
demostró que su muerte se debió a un fallo cardiaco ocurrido pocos segundos
antes del accidente.
Durante la década siguiente la maldición
continuó. En 1972 el nuevo director del Departamento de Antigüedades egipcio,
Gamal ed-Din Mehrez, sucesor de Ibrahim, afirmó a Philipp Vandenberg que no
creía en la maldición: "Fíjese en mí, toda la vida he estado trabajando
con tumbas y momias. Seguramente soy la mejor prueba de que todo son
coincidencias" Gamal murió la noche siguiente a la supervisión del
empaquetado de los objetos destinados a la exposición que se iba a celebrar en
Londres. Los miembros de la tripulación del avión que efectuó el traslado a la
capital británica se vieron también alcanzados por la maldición. El teniente
Rick Laurie murió en 1976 de un infarto. Su esposa se volvió loca y contaba a
todo el mundo que su marido murió por culpa de la maldición. El ingeniero de
vuelo Ken Parkinson sufrió seis infartos y murió en 1978. El oficial Ian Lansdown
confesó haberse burlado de la maldición dando una patada al cofre que
transportaba la mascara. Se fracturó esa misma pierna al romperse una escalera
de hierro y su curación se complicó hasta que pasados seis meses pudo volver a
andar. La casa del teniente Jim Webb se incendió mientras pilotaba el avión
hacia Londres. Y Brian Rounsfall que se burló junto con Ian de la maldición
dedicándose a jugar a las cartas sobre la caja que contenía el sarcófago sufrió
dos infartos el año siguiente.
La lista continuó de nuevo en los años ochenta destacando la filmación
de la película La maldición del rey Tut en donde se usaron objetos
pertenecientes a Tutankamón. El protagonista, Ian McShane, cayó con su coche
por un acantilado el primer día de grabación rompiéndose la pierna por diez
sitios.